PART 1. Chapter I (II).

-Invita a entrar ¿Eh?... –murmuró Kaileena y no pudo evitar echar un rápido vistazo a la ventana correspondiente a la habitación de las gemelas. Sintió el contacto de la mano de Fausto en la suya y se giró hacia él, que le dedicaba una sonrisa tranquilizadora.
-Será rápido… vamos – y en sus manos apareció la guadaña que usaba como arma. Sin soltar a la posadera avanzó hacia la grieta, a través de la cual podía percibirse un mundo completamente gris formado por rocas rectangulares y del mismo tono, sin brillo. Se introdujo en ese lugar atravesando la grieta, con su prometida tras él y al dar el primer paso su mirada descendió al suelo. Éste no era rígido, sino viscoso y…
-Palpitante…- murmuró Fausto, que al contrario que Kaileena, no parecía muy sorprendido.
-Parece que caminemos sobre…-prefirió no acabar la frase y alzó la mirada junto al nigromante, encontrando frente a ellos una única cueva.
-Esto es… donde se gesta la vida – respondió él sin más.
-Muy acogedor todo…- replicó en un murmullo Kai con su característica ironía y se adelantó a la entrada de la cueva con intención de dar un vistazo al interior.
Caminaron en silencio a lo largo de la cueva, que parecía un bloque uniforme, gris y sin contraste. Aunque no había foco de luz alguno la oscuridad no les envolvía por completo. Cuando Kaileena desistió de intentar ver algo nuevo a los lados se centró en mirar al frente, donde había un tenue destello de color rojo sangre. A más se acercaban más potente era ese fulgor que le recordaba a la estela rojiza que Zariche dejaba tras de sí cuando aun no podía adoptar forma humana. Por fin llegaron a lo que parecía una sala circular y al fondo el foco de luz: un bulbo grande, palpitante, que despedía ese destello, intenso ahora por la cercanía. Del bulbo colgaba parte de un brazo con aspecto desnutrido y la mano tenía el puño cerrado con fuerza. Dio un paso más y giró la cabeza para preguntar a Fausto.
-¿Es… eso?- no encontró otra palabra mejor para definirlo. Fausto asintió:
-Abbadon… se está formando – su mirada estaba fija en el bulbo reflejando en sus ojos el fulgor rojizo que éste despedía. Había compuesto un gesto extraño, de miedo y odio a la vez.- Biológicamente estamos en el vientre de la maldad. Debemos darnos prisa y eliminarlo…
-Bien…- Kaileena extendió ambas manos, que se iluminaron por un instante, y en ellas aparecieron sus espadas. Avanzaron hacia lo que suponían era su futura amenaza, a cada paso el suelo palpitaba sin cesar, como si estuviera formado por grandes venas. De reojo pudo apreciar que al médico le costaba avanzar, podía ver sus manos temblar. – Espera aquí, yo me adelantaré – lo dijo con toda la entereza de la que fue capaz, aunque ella también estaba asustada.
Aquella situación le parecía tan familiar… unas ruinas, un altar, un nigromante poseido… apartó aquellas imágenes de su mente y continuó avanzando.
-No puede ser tan fácil como clavarle una espada… ¿Verdad? – se había detenido justo al lado de la mano examinando ésta. A pesar de lo delicado de la situación, no podía negar que todo aquello había despertado su curiosidad.
-Lo es. Abbadon es un bebé formándose en este instante…- no era la voz de Fausto, era una voz metálica, una voz no humana. Cuando levantó la mirada hacia éste se encontró con unos ojos tan desconcertados como los suyos propios.
-¿Quién hay ahí? – como respuesta, Fausto solo obtuvo silencio.
Kai avanzó un poco más y con ambas espadas intentó abrir un poco más el bulbo por la apertura que la mano de Abbadon había hecho. Pero en ese instante una fuerza pareció lanzarla hacia atrás y cayó de espaldas en aquella superficie viscosa y palpitante. Miró sorprendida hacia el bulbo para descubrir una quimera compuesta por huesos que antes no estaba ahí y que le cortaba el paso. A la espalda, la quimera tenía pegado el torso de una mujer. La boca de ésta se abrió emitiendo la misma voz metálica que instantes antes los había interrumpido:
-Nos volvemos a ver aventureros…-la posadera se levantó presurosa apretando con firmeza las espadas. La voz antes le había resultado desconocida, pero al ver aquel engendro por fin la había reconocido, aunque no por ello dejaba de salir de su asombro.
-No… ¡No, no, no! ¡Tú estás muerta! – miraba angustiada a la figura que tenía frente a ella.
-Muerte, vida… son dos aspectos que solo os afectan a vosotros…-Zariche la miraba con ese aire de suficiencia tan característico en ella. Sin pararse a pensar en lo que hacía, Kai tomó impulso y se lanzó con las dos espadas por delante contra su antigua enemiga, a la que creía vencida.
-¡Nos aseguraremos de no cometer el error de dejar un ápice de existencia tuya!-gritó con rabia clavando las dos espadas con fuerza en el torso de la mujer que salpicó sangre al cuerpo de la posadera. La risa metálica de Zariche resonó en la inmensidad de la cueva. De un fuerte tirón desclavó las espadas deseando desgarrar a aquel ser, pero sabía que no le había hecho efecto alguno. Retrocedió un par de pasos mirando ceñuda a la quimera.
-Habéis sido demasiado incautos al venir aquí… Esta dimensión no os pertenence. – Pero Kaileena ya no estaba escuchando, volvió a lanzarse contra Zariche con toda su rabia, esa vez con un tajo directo a su cuello. La cabeza de la mujer se desprendió hacia un lado sin llegar a soltarse del todo del cuello, era una herida bien profunda por la que la sangre caía sin cesar, tiñendo el torso de aquel ser de un tono carmesí. Pero Kaileena retrocedió a trompicones… frente a ella, la cabeza de la mujer se había convertirdo en la cabeza de una niña, rubia, frágil…
-Basta…- susurró en tono suplicante…
-En este lugar todo se confunde por el caos que hay en su interior… parecía que habías matado a una de tus hijas ¿Me equivocó?
-¡Cállate! –le espetó con renovado odio, aunque los ojos que la miraban eran de un azul profundo, idénticos a los de las gemelas, la voz metálica la había hecho reaccionar. La risa metálica de Zariche volvió a inundar el lugar a la par que reemplazaba su cabeza maltrecha por una nueva.
-¡Kaileena! ¡No dejes que te distraiga de nuestro objetivo! –miró a su espalda, Fausto parecía incapaz de moverse allí. Asintió y concentrando todas las fuerzas que le quedaban arremetió una vez más contra Zariche, clavando una de sus espadas en el pecho de ésta. Sabía que no le haría nada grave, su objetivo era otro. Y lo consiguió, porque hizo a Zariche a un lado y el bulbo palpitante quedó a su alcance. Con todo el odio que había acumulado a lo largo de su estancia allí descargó su espada contra éste y nada más clavarse la caverna comenzó a temblar violentamente.
Pasó la mirada de una figura a otra, cada una con una de sus espadas clavadas y reculó unos pasos antes de darse la vuelta y correr hacia Fausto.
-¿Estás bien?...- el hombre asintió con la mirada puesta en el bulbo y Kaileena lo imitó girando la cabeza. La mano se movía lentamente, como si le costara y emergió una voz extraña, como la mezcla de la voz de un bebé con la de un hombre, totalmente distorsionada:
-A…yu…da…
-Abbadon…- Zariche miraba el bulbo, expectante. Éste empezó a dilatarse y de su interior surgió la figura de un hombre de cabellos rojizos. Kaileena se había quedado paralizada ante la escena, no podía ser cierto lo que sus ojos estaban viendo. El zarandeo de su brazo la sacó de su ensimismamiento y miró a Fausto que la miraba a su vez apremiante:
-Debemos huir.- Como Kai no terminaba de reaccionar tiró de ella a lo largo de aquella galería interminable, aunque él también estaba aun en shock por lo ocurrido. El camino hasta la abertura de la cueva parecía no tener fin mientras los gritos de Abbadon retumbaban:
-¡Humanos! ¡Os devoraré! – la voz distorsionada se había convertido en una gutural y tétrica. El suelo se tensó de golpe tras estas palabras y del suelo se alzaron tentáculos palpitantes que se lanzaron sobre la pareja. Pero ellos ya habían conseguido alcanzar la grieta y cuando la traspasaron, Fausto se arpesuró a cerrarla de golpe antes que uno de aquellos tentáculos consiguiera traspasarla.
Con una mano en el pecho, intentando recuperar el aliento tras la carrera, se miró el vestido y las manos ambos llenos de sangre y echó una rápida mirada donde instantes antes había estado la grieta. Su mente aun se negaba a asimilar todo lo que había ocurrido… ella le había clavado la espada y por un instante había estado segura de que lo había conseguido pero…
-Abbadon está vivo… - la voz de Fausto le hizo volver a la realidad y lo miró.
-Hemos hecho lo que hemos podido… ahora debemos averiguar cómo derrotarlo, aunque tengamos que pedir consejo a Lezard Valeth – de nada servía ya lamentarse.
-También estaba viva la espada…- tras estas palabras Kai apretó los puños con fuerza y habló con una voz impregnada de odio:
-Esta vez no quedará ni gota de su existencia… de ninguno.
-Pero… solo sabemos que Abbadon enviará 5 entes con los que maldecirá 5 fuentes de poder…
Kaileena no pudo reprimir un nuevo suspiro, abatida, y se frotó los ojos con las yemas de los dedos índice y pulgar.
-No sabemos las repercusiones que tendrá la llegada de Abbadon… no sabemos qué medidas adoptar.
-Supongo que el tiempo lo dirá…
-Al final hemos contribuido a aquello que queríamos evitar…- Fausto la tomó por los hombros con suavidad y los apretó ligeramente.
-Daremos con la forma de arreglarlo…- y juntos se dirigieron al interior de la posada, donde los habitantes descansaban tranquilos, sin saber aun que un nuevo mal se cernía sobre ellos.




~ôwô~ Kai ~ôwô~