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 Ojos de Mariposa III

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Meren

Meren


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MensajeTema: Ojos de Mariposa III   Ojos de Mariposa III Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 12:36 am

El Sol caía ya. Unas pequeñas nubes blancas mancillaban la pureza del cielo anaranjado. Las últimas aves rezagadas volaban hacia el abrigo de la frondosidad del bosque. Los habitantes del lago, probablemente, también se encontrarían al abrigo de sus moradas. Y yo, con la cara girada por un manotazo, a unos pocos metros del lugar que deseaba llamar hogar, contemplé cómo la mujer de mis sueños corría hacia su interior. Pero fue culpa mía, sólo mía.

¿Por qué me fui? Esa es una buena pregunta. ¿Serviría decir que no lo sé? No…claro que no. Bien…seré sincero entonces. Tenía miedo. Miedo de aquella llama que consumía mi ajado corazón como el fuego consume un campo de trigo seco. No era raro en mí halagar, pero sí lo era decirlo de corazón. Sentía que me ahogaba. Confusión. Quizá aquel sentimiento no era lo que yo pensaba. Por eso decidí alejarme, despejar la mente un tiempo. Pero el tiempo pasa muy rápido cuando le das la espalda.

Fue aquella misma madrugada cuando decidí escapar. Intenté dormir, pero las sombras de mi pasado se cernían sobre mí una vez más y sentía que las paredes de la habitación se me echaban encima.

Me vestí de nuevo y me asomé a la ventana. Desde allí pude ver mi caballo. Silbé y éste se desasió del abrevadero para parar debajo de mi ventana. Salté a su lomo con una agilidad que cualquiera envidiaría. Sin dilación ni mirar atrás, me puse en marcha.

¿Mi destino? Buena pregunta. No podría decirlo. Simplemente seguí un rumbo fijo, con la intención de parar en el primer poblado que saltara a la vista. Aunque tardé varias jornadas en encontrarlo.

Después de diversos estudios y muchísimas horas de lectura, creía conocer todos los pueblos y ciudades del continente. Descubrí que no era así al encontrarme entrando en un pueblo fantasma. La puerta de la empalizada estaba abierta y no había ni rastro de los guardas. Los edificios de piedra estaban sin pulir y los adoquines del camino estaban perfectamente dispuestos. El reloj del ayuntamiento estaba parado, seguí avanzando.

Hubiera pensado que era un pueblo de nueva construcción, pero los charcos espontáneos de sangre (a pesar de la ausencia de cadáveres) y las armas, flechas y escudos desparramados por el suelo, junto con el arraigado olor de las cuadras y letrinas, me quitaron rápidamente esa idea de la cabeza.

Llegué a la plaza central donde algunas carretas de mercaderes exponían muestrarios vacíos e hice parar a mi caballo. Una bruma espesa absorbió la ciudad, y a mí con ella. No temo en absoluto a la oscuridad, pero admito que el silencio me pone de los nervios. Desenvainé una de mis dos espadas curvas, la más larga de ellas, simplemente para templarme.

- Bienvenido, forastero. –Una voz espectral pareció sonar en mi cabeza-
- -Miré a todos lados, haciendo girar mi caballo- ¿Quién eres?
- ¿No debe un extranjero responder primero a su anfitrión?
- ¿Acaso el alcalde te preguntó lo mismo y por eso aniquilaste a todos los habitantes de este pueblo? –Dije con voz retadora-
- Me temo que das demasiadas cosas por sentado, amigo. –Su voz pareció ensombrecerse aún más-


- ¿Cómo cuales? –Le seguí el cuento-
- ¿Qué parte de tu mente me ha convertido en forastero y no en rey? ¿Cuál ha dado por sentado que la sangre significa muerte? ¿Alguna vez ha existido gente en este pueblo? Es más… ¿acaso existe este lugar?
- Buenas preguntas, sí señor. ¿Me vas a decir las respuestas? –Su chifladura empezaba a molestarme-
- ¿Para qué conocerlas, si es probable que no salgas de aquí?
- No sé si me subestimas o te sobrestimas…pero en ambos casos estás equivocado.
- Soy Krai, dueño y señor del suelo que pisas, Caer1 Yami2. Deberías arrodillarte y rendirme pleitesía. –Su voz se volvió aguda e irritante-
- ¿Cómo voy a rendir nada a un amo que no puedo ver? –Levanté una ceja, expectante-

Y entonces apareció. De mediana estatura y cubierto con una túnica negra azabache, su aspecto era el de un señor de la muerte que viniera a por mí. Pero no me asustaba, invocar un pueblo fantasma y llenarlo de niebla era un truco que aprendí de bien joven. Posiblemente no fuera más que un charlatán, pero también había aprendido que no hay que subestimar a ningún posible enemigo. Levantó su bastón de largas ramas entramadas y el orbe que lo colmaba despidió un halo púrpura. Decidí bajar de mi caballo y desenvainar mi otra espada.

- Esas espadas curvas… -Musitó entre dientes-
- ¿Cómo dices?
- ¡Oh, nada, nada! Dime… ¿no me conoces? –Se apartó la capucha y el brillo del orbe iluminó un rostro maduro y ajado por las inclemencias del clima-
- -Los ideogramas de mis espadas emitieron un fulgor negro, aquel tipo era peligroso. Sin embargo, no le conocía de nada- No, no sé quién eres, pero creo que tú sí me conoces.
- No tengo el gusto directo. Sin embargo tengo una orden… -Calló en este punto-
- ¿Una orden? ¿Para conmigo? ¿Quién te envía? –Quise saber-
- Demasiadas preguntas para alguien que va a morir… -Su bastón se apagó, al igual que su silueta. Había desaparecido-

Mis espadas se convirtieron en pura sombra. Algo con un único precedente, cosa que no me gustó nada en absoluto. La niebla empezó a tomar forma de distintas aberraciones a mi alrededor (no menos de 40) y un par de muertos vivientes que me asieron por los brazos. Todos iban armados y, al parecer, con mi destrucción como único objetivo. La figura del hechicero reapareció en el tejado del ayuntamiento, desafiante.

- Veamos si eres digno de tu nombre. ¡Atacad! –Alzó la voz y aquel destacamento infernal se abalanzó sobre mí-

En aquel momento, ella vino a mi mente. Su fino rostro, sus profundos ojos y los secretos que parecen guardar, sus pomposas mejillas y sus carnosos labios, toda perfección. Este tipo de imágenes son las que se ven cuando se tiene la seguridad de que se va a morir, pero yo no estaba dispuesto a ello…otra vez.

Junté las puntas de mis armas y una explosión de sonido abarcó el poblado, aproveché que mis captores aflojaban para golpearles con el revés de los puños y desasirme de ellos. Tajé a la altura de la tibia con la zurda y seguidamente decapité con la diestra. Dos enemigos menos.
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MensajeTema: Re: Ojos de Mariposa III   Ojos de Mariposa III Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 12:36 am

Los minutos sucesivos fueron algo borrosos, pues en el frenesí de la batalla mi visión se nubla y mis espadas bailan al son del aire en una danza de muerte. Un chorro de sangre sobre mi cara me hizo despertar del trance, una Necrópolis tenía más vida que aquella plaza.

- Impresionante. No esperaba menos de un guerrero de Kyordal. –Allí estaba él, erguido aún sobre el ayuntamiento.
- ¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo sabes de mi linaje?! –Le espeté-
- Como ya dije antes, no tiene sentido responder a aquel que ya está muerto…

Volvió a desaparecer. Observé un resplandor a mi espalda y pude darme vuelta justo para ver cómo él ponía su palma derecha en mi pecho, pronunciaba unas palabras que sonaron como pronunciadas por una serpiente y una explosión mágica me lanzaba por los aires. Aterricé mucho más lejos de lo que podría haber imaginado.

El rumor del agua llegó a mis oídos. Sentí el cuerpo entumecido pero aún así pude incorporarme. Me encontraba en el lago donde la conocí, inexplicable. Al parecer, a cambio de un gran boquete, mi armadura me había protegido del proyectil mágico. No tuve más remedio que tirarla. Una de mis espadas había desaparecido, la otra seguía en mi mano. Mi fiel caballo tampoco estaba…

No sabía la localización exacta ni a la distancia a la que se encontraba la posada, pero sí conocía el rumbo, así pues, llené mi pellejo de agua y me puse en marcha. Quizá fuera un sueño o quizá otra ilusión, pues es totalmente imposible ser despedido a tal distancia, y en tal caso, era imposible sobrevivir…a no ser que no estuviera realmente a tanta distancia.

Encontré mi caballo a medio ciclo de camino, o más bien me encontró él a mí. Monté y le mandé galopar tan rápido como pudiera hacia la posada. Cuando llegué, salió a me encuentro. No es que pensara que se lanzaría a mis brazos, pero el manotazo que me propinó no dejó dudas sobre su estado de ánimo.

Aún algo dolorido por el golpe, (más en el alma que en el cuerpo) me dispuse a atar mi caballo en el abrevadero para que se repusiera. Yo también necesitaba algo de comida y bebida, pero con ella molesta y la poca amabilidad del resto de habitantes de la posada, me iba a resultar difícil. Antes tenía que arreglar las cosas.

Alcé mi vista al cielo y una grieta en el fulgor del Sol llamó mi atención, mi espada estaba clavada en el tejado, clamándome con su negra luz3. Subí valiéndome de una escalera que encontré en las cuadras y la recuperé. Una vez allí, decidí que sería más fácil acceder a Merenwel por allí que por la puerta de su habitación. Me colé por su ventana con pasmosa agilidad.

- ¡¿Qué diablos haces aquí?! ¡¿Por qué entras por la ventana como un vulgar ladrón?! –Se levantó de la cama de un salto y me gritó. Su cara estaba enrojecida de rabia y tristeza-
- Ladrón, no…pero sí me siento vulgar. –Bajé la cabeza, no sabía qué decir-
- ¡Vete! ¡No te quiero en mi presencia! –Lágrimas volvieron a brotar de sus ojos ya hinchados-
- -Hinqué una rodilla en el suelo y la miré directamente a los ojos- ¿Me dejará al menos explicarme?
- -Me miró con una ira suplicante que no supe interpretar y se sentó en la cama- Adelante…


- Milady… ¿ha querido alguna vez cambiar su sangre? –Empecé-
- ¿Cómo dices? –Pareció confusa-
- Yo sí…desearía cambiar la sangre que recorre mis venas por vuestros besos, y así poder vivir sólo de ellos…

Me interrumpí en ese punto debido a unas nauseas que me atacaron y me pareció ver que esbozaba una sonrisa. Pero no duró mucho, ya que empecé a vomitar sangre sin control y sentí mi cuerpo paralizado. Pude ver su preocupación antes de perder el conocimiento.
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