El Reino de Rohan
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 Ojos de Mariposa

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Meren

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MensajeTema: Ojos de Mariposa   Ojos de Mariposa Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 12:29 am

Tras centenares de kilómetros de viaje a caballo, parando tan solo en alguna que otra posada, topé con un lago en la espesura de un bosque. Cuán grande fue mi sorpresa al encontrar allí, lavando, a una mujer tarareando una dulce melodía. Su belleza y la concentrada dedicación que le ponía a su trabajo competían con la solemnidad del paisaje. Sin vacilar me aventuré a hablar con ella, justo cuando se dio cuenta de mi presencia.

- Vuestra sonrisa ilumina más que una estrella. –Dije con osadía-
- ¿Decías, caballero? - Dejando sus quehaceres, se giró hacia mí-
- Disculpad mi osadía, pero vos debéis ser la criatura más hermosa que hayan visto jamás mis ojos.
- ¿Criatura...? ¿Debo considerarlo un halago? -Dijo con un ápice de picardía en su imborrable sonrisa-
- Veo que, además, tenéis un agudo sentido del humor, sin duda una cualidad que no puede faltar a una buena mujer.
- ¿Y qué otras cualidades debe tener? -Preguntó, fingiendo curiosidad-
- -Puse gesto meditabundo y le contesté, sin poder evitar una amplia sonrisa- Sin duda, debe saber aceptar los halagos de un desconocido.

Después de estas palabras, los dos callamos abriendo paso a un silencio que se rompió al instante, mientras estallábamos en carcajadas, sin duda producidas por la peculiaridad del principio de la charla.

- Ahora hablando en serio. -Repuse, desmontando y acercándome un poco a ella- Mi nombre es Algnor. Vengo de las tierras del Este, más allá del océano.
- Oh, veo que vienes de muy lejos, Sir Algnor... “Fuego Fiero”. ¿Qué te trae por estas tierras?
- Quién sabe. Ansias de conocer mundo, quizá. - Me encogí ligeramente de hombros-
- Es bueno adquirir amplios conocimientos.
- No podría estar más de acuerdo. Y... hablando de sapiencias, antes os habéis referido a mí como “Fuego Fiero”. ¿A qué se debe esta curiosa distinción?

Realmente aquello me intrigaba. Puede que lo hubiera hecho así para captar mi atención, pero me interesaba saber.

- Eso es lo que significa en mi lengua de familia. Tienes nombre de héroe.
- ¡Qué sabia es vuestra lengua al saber reconocer mi valía! –Bromeé-
- Creí que estábamos manteniendo una conversación formal...-Tuvo que reprimir una sonrisa para evitar mostrarla-... milord.
- Si así es, disculpadme una vez más, señorita…
- Merenwel es mi nombre.

Me hizo una leve reverencia, agachada como estaba en el suelo, ante el agua.

- Bonito nombre. En mi lengua los nombres no tienen significado pero, ¿puedo saber lo que significa en la vuestra?
- Es un poco pronto para preguntar por tales intimidades, caballero.
- Probable, pero tampoco es justo que vos sepáis más de mí que yo de vos –Insistí-


- Más adelante. Porque nos volveremos a ver, ¿verdad?
- Nada me llenaría más de gozo. Por cierto, ¿no habéis visto o sabéis de alguna posada por aquí cerca? Mi caballo está algo cansado debido al largo viaje y yo ya estoy algo mayor para estos trotes -Gemí. Mientras, me puse la mano en la cadera fingiendo estar achacoso-
- Debe ser tu día de suerte, yo misma regento una no muy lejos de aquí. Serás bienvenido. Ah, y no te quejes, que no estás tan viejo -Me dio unas palmaditas en la espalda y se dispuso a recoger la colada-
- Sin duda hoy es mi día de suerte, El Iluminado debe haberse fijado en mí -Dije, mirándola y sonriendo- ¿Nos ponemos en camino? ¿Y vuestra montura, habéis venido andando?

Hizo un gesto negativo y, pasando los trastos al brazo izquierdo, lanzó un fuerte silbido haciendo uso de los dedos pulgar y corazón de su otra mano. No pude menos que mirar con extrañeza.

Un temblor moderado azotó la tierra. Tuve que aferrar mi caballo para que no echara a correr. Instantes después, los temblores tomaron un ritmo acompasado y constante, como si de pasos se tratara. Mis ojos se abrieron como platos al divisar a lo lejos la figura de un árbol que se dirigía hacia nosotros. El calor era agobiante, así que podía tratarse de un espejismo.

Por lo menos eso fue lo que pensé hasta que se detuvo a pocos metros de nosotros. Se trataba de un roble de no menos de ocho metros de alto, grueso tronco y robustas ramas, cuyas raíces estaban ahora desarraigadas y las hacía servir de piernas.

- ¿Es vuestro ese…ser? -Me aventuré a preguntar, intentando ocultar mi estupefacción.
- Así es, me gusta viajar cómoda. -Dijo, guiñando un ojo. Justo en ese momento, el roble bajó una de sus ramas al nivel del suelo- Pareces sorprendido. ¿Nunca has visto uno de estos? Bueno… -Recapacitó- supongo que es normal, que yo sepa nadie más posee uno. -Se sentó en la rama y ésta se izó lentamente-
- Os creo. -Yo seguía observando aquella criatura sobrenatural. ¿Cómo habría hecho andar a un árbol?-
- Sígueme.

A una orden suya, el árbol se puso en marcha. No era muy rápido, pero mantenía un ritmo apacible y constante. Dejamos atrás el bosque, cabalgamos a través de una extensa pradera y llegamos a la posada, un edificio de tamaño a tener en cuenta, construido con piedras y madera.

El roble dejó a Merenwel justo ante las escaleras que conducían al lugar, posándola suavemente en el suelo. Ésta me hizo una suave señal con la cabeza, indicándome el amarradero donde atar un caballo para que pudiera comer y beber tranquilamente.

Una vez que mi jamelgo estaba en buen lugar, me dispuse a subir las escaleras. Mi bella dama se encontraba unos escalones más arriba, mientras esperaba dirigiéndome una sonrisa. Al ver que yo empezaba a subir, siguió escalando mientras se subía la falda unos centímetros para evitar pisársela. No había reparado hasta este instante, viéndola subir grácilmente, que lucía un imponente vestido de gasa negro, capaz de dejar de piedra incluso al más arrojado, a juego con unas sandalias de correa y su cabellera, del mismo color.
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MensajeTema: Re: Ojos de Mariposa   Ojos de Mariposa Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 12:29 am

El tramo de escaleras no era muy largo, pero sí un poco empinado. Aún así, la visión de aquella reconfortante estructura y los bosques que seguramente se divisarían a lo lejos con la luz del día, amenizaban aquel trecho.

- Bienvenido, Siéntete como en casa. -Dijo solemnemente mientras me abría la puerta, dejándome pasar-
- En mi casa un hombre nunca entra antes que una mujer. Pero hoy, por ser hoy, pasaré. -Noté que me sacaba la lengua bribonamente, pero hice caso omiso y me dispuse a adentrar en la posada con una sonrisa-

En todos mis viajes, que no habían sido pocos, jamás había visto seres tan extraordinarios como los que se encontraban allí dentro: Un, en apariencia, hombre, que tenía una rizada cola de lobo, otro con alas de gárgola y, asombrosamente, un dragón tumbado en un rincón de la sala principal. La única que no parecía un fenómeno era una mujer que se encontraba tumbada en un sofá, tapada con la manta hasta la cabeza y jugueteando con un reloj de arena, cosa no menos curiosa.

Al verme, todos excepto el hombre-lobo subieron al piso de arriba. No parecía hacerles mucha gracia mi presencia…al menos a simple vista.

- Venga, siéntate en la barra, te serviré algo. -Me dijo Merenwel, dándome un empujoncito para dar credibilidad a sus palabras-

En mi camino hacia donde me indicaba, el hombre me interceptó. Al principio sopesé la idea que fuera hostil, ya que sus ojos estaban llenos de rabia.

- Sea bienvenido, buen señor. Hacía mucho que no recibíamos una visita en la posada, espero que sea de su agrado.

Puso una de sus manos en mi espalda y me acompañó hasta mi asiento. Seguidamente se sentó a mi lado, esbozando una ancha sonrisa. Desde luego, no era huraño.

Ahora que lo mencionaba, no había reparado en el ordenamiento interior del lugar. Justo en línea recta desde la puerta, se encontraba una chimenea rodeada de unos cuantos sofás. A su lado, unas escaleras para acceder al piso superior, supuse. Mirando desde allí, a mano derecha habían agolpadas varias mesas con sus sillas, que parecían no haber sido usadas mucho. A mano izquierda estaba la barra, frontera entre la cocina y el comedor, acompañada de unos taburetes de aspecto comodísimo.

- Agradezco mucho su hospitalidad. A sus amigos no parezco haberles gustado mucho. -Repuse con aire meditabundo. Merenwel, mientras tanto, aprovechó para instalarse al otro lado de la barra-
- Oh, no se preocupe por eso, hemos tenido algunas discusiones últimamente y están un poco… -Sopesó adjetivos- …indispuestos. Pero se les pasará. Usted parece una persona simpática.
- Agradezco el cumplido y aprovechó para presentarme. Me llamo Algnor, estoy de paso. -Le tendí la mano, que fue acogida con vigor y fuerza-
- Encantado de conocerle, mi nombre es Mac Galad, soy alquimista y ya llevo en esta posada algún tiempo. Es un lugar realmente encantador.
- ¡No te falta razón! -Irrumpió Merenwel con tres jarras de vino en las manos, según deduje por el olor- ¡Brindemos por esta posada y este singular encuentro!



Ambos hombres asentimos al unísono y dimos sendos tragos. El vino era delicioso. Seguimos durante unas horas bebiendo entre risas y charlas. Bueno, más bien Mac nos relató las aventuras y desventuras que acontecieron en su vida, y Merenwel, achispada por el alcohol, bailaba no muy grácilmente junto al fuego.

Pasada ya la medianoche, decidimos irnos a dormir. Merenwel me acompañó con amabilidad hasta mi habitación, la número trece.

- Te deseo muy buenas noches, caballero del Fuego Fiero.
- Dulces sueños, mi dama del lago.

Sonrió, esta vez con un atisbo de melancolía, y cerró la puerta tras de sí. Me habría gustado preguntarle el motivo, pero era ya algo tarde y era probable que hubiera confundido sopor con dolor. Así que me acosté, deseando descansar, pensando en todo lo acontecido aquel día. Pero el sueño no llegó y, tras un rato dando vueltas en la cama, decidí levantarme a dar un paseo. Quizá me ayudara a dormir.

Salí de la habitación en el mayor de los sigilos y recorrí la posada hasta la salida, siendo una sombra más. En poco tiempo estaba en las escaleras de acceso al interior.

Sentado en los escalones, contemplé las estrellas largo y tendido, sintiendo su luz en mi piel, absorbiendo su magia, su energía. Mirando la inmensidad del cielo nocturno siempre me preguntaba si habrá un lugar para mí entre los titanes del cielo.

Entonces, perdido en mis pensamientos, sentí una presencia a mis espaldas. Aquella figura se sentó a mi lado. Era ella, resplandeciendo a la luz de la luna.

- ¿No puedes dormir?
- -Negué con la cabeza- Por eso he decidido salir a despejar la mente.
- Yo también suelo hacerlo a menudo… -Susurró. En su tono de voz aún resonaba la melancolía-
- No sé cómo lo hacéis, milady, pero cada vez que os veo sois más bella.

Esas palabras me sorprendieron tanto a mí como a ella, que puso cara de asombro, aunque en seguida se repuso replicando:

- Y tú más adulador a cada instante.
- Si os molesta, siempre puedo parar.
- No, no. Siempre está bien que te mimen un poco.
- Muy cierto. -Dije, casi más para mí que para ella. Levanté de nuevo la vista hacia el cielo- ¿Verdad que hace una noche increíble?
- Sí, hacía tiempo que no veía una luna tan grande.

Volví a dirigir la mirada hacia su rostro. Nuestros ojos se encontraron y nos sostuvimos la mirada unos segundos.

- ¿Qué esperas encontrar en mis ojos, caballero?
- Nada, estaba pensando en su color.
- ¿Ah, si? ¿Y cuál es su color?
- Son como los ojos de una mariposa.
- ¿Los ojos de una mariposa? -En ella se reflejaba curiosidad-
- No son los ojos que estáis pensando, milady. Reflexionadlo un poco.


Se abrazó a las rodillas y apoyó la cabeza entre éstas. También pensativa resultaba hermosa. Tras unos instantes, pareció hallar la respuesta.

- Las alas…
- Así es. Pese a tener el poder de intimidar a la más vil de las fieras, son capaces de cautivar a un descuidado mortal como yo.
- Yo…no sé que decir… -Dijo, ruborizándose visiblemente-
- No es necesario que digáis nada, ya habéis hecho suficiente aguantándome un rato más de lo debido. -Sonreí- Ahora, con vuestro permiso, creo que voy a retirarme a descansar. Mañana puede ser un largo día.
- Claro…yo me quedaré un poco más. Dulces sueños.
- Buenas noches, estimada.

Titubeé al abrir la puerta para entrar en la posada pero, liberándome de las dudas, subí a mi habitación con el mismo sigilo y me deslicé entre las suaves sábanas. El sueño de aquella noche no sería muy reparador.
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