PART 1. Chapter VIII.

Abrió los ojos. Sentía los músculos entumecidos. Se había pasado la noche en una especie de duermevela constante en su busca haciendo uso de sus habilidades. A pesar de conocer sus pocas posibilidades de éxito, su decepción por el fracaso no fue menor.
Dedicó unos breves instantes a observar los alrededores. Aún no había amanecido, pero el oscuro cielo ya había empezado a aclararse con lentitud por el horizonte. Se había pasado más tiempo del que esperaba entregado totalmente a su tarea; una búsqueda que inevitablemente no tendría éxito. Hasta tal punto estaba decidido y entregado a ello que la pobre Senya había quedado olvidada por completo en aquel frío sofá de la posada.
Se incorporó, frotándose los entumecidos músculos a causa del frío y la postura que había adoptado durante toda la noche, aunque realmente aquel esfuerzo no parecía afectarlo en exceso. Aún así, su cuerpo reclamaba un poco de descanso. Negó, ya había perdido demasiado tiempo en aquel lugar, pero al menos le había servido para darse cuenta por fin de algo. Con una determinación mayor conocida hasta el momento, se hizo con el colgante que pendía de su cuello, y la espada apareció en sus manos con un leve destello. Sí, por fin veía las cosas claras. Era como si todo ese tiempo un velo lo hubiera cegado, hasta el punto de haberlo confundido, sin saber exactamente qué rumbo debía seguir. Cerró los ojos con la espada firmemente sujeta en sus manos. Su comportamiento como cazador era inadmisible. Su presa había escapado, pero no volvería a ocurrir.
Sin abrir los ojos, comenzó a hacer lentos movimientos de espada armonizando la oscilación de brazos y pies en lo que parecía un tranquilo baile. Poco a poco los movimientos de espada se fueron haciendo más rápidos y precisos y con ello los pasos. No tardó en empezar a esquivar a un enemigo imaginario para tomar impulso y placarlo en un ataque que al parecer no dio en su blanco. Apretó la espada en sus manos sudoroso y jadeante, pero no se detuvo. Era un entrenamiento, uno más como tantos otros llevados a cabo, y a la vez no. Estaba recreando su lucha con aquel hombre, con su presa, con la espada. Estudiaba minuciosamente cada movimiento, cada ataque y trataba de interceptarlos… podría pasarse horas así.
La espada resbaló entre sus dedos, cayendo al suelo con un ruido seco y se llevó las manos al cuello con una mueca de aprensión en el rostro. “Ahora no” pero no tuvo tiempo de nada más porque empezó a toser con fuerza, de forma incesante. Le había sobrevenido sin previo aviso y por mucho que lo intentara no era capaz de calmar la tos. Se desplomó, quedando de rodillas y sujetándose la garganta, ni siquiera era capaz de mantenerse en pie. Cada nuevo ataque de tos iba acompañado de una dosis de sangre que iba tiñendo todo de un color carmesí brillante.
Intentó hacer memoria ¿Cuándo había tomado infusión por última vez? A pesar de sus esfuerzos por intentar recordarlo, en esa situación no era fácil y ya empezaba a quedarse sin aire. Por más que intentara mantener la calma, la desesperación se apoderó de él, sin poder moverse, sin poder respirar apenas… necesitaba la infusión.
Unas manos lo asieron por los hombros con fuerza. “Zariche” fue lo primero que le vino a la cabeza. ¿Por eso no había hecho antes su aparición? ¿Acaso había percibido su estado y esperaba el momento idóneo? Intentó incorporarse, tenía que luchar… no podía dejarse morir, pero ni siquiera podía dejar de toser. Sería la forma más patética en la que un cazador podía morir, a manos de su presa…