El Reino de Rohan
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 Prólogos I

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Kaileena
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Kaileena


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MensajeTema: Prólogos I   Prólogos I Icon_minitimeSáb Jun 06, 2009 6:04 pm

Prologo: El filo mellado.

La espada se desintegraba poco a poco, los héroes de Rohan habían vencido a Zariche, la espada maldita, que solo deseaba beber sangre y odio de sus anfitriones. Pero sus últimas palabras resonaron en la cabeza de todos los héroes:
- Yo solo soy el filo de la oscuridad… La mano que me empuña empieza desentumecerse. Y esa mano, caerá sobre vuestras tierras cual puño, pudriendo las cosechas, matando a los seres vivos, secando vuestros lagos, agrietando incluso las tierras muertas que queden tras el juicio…
Kaileena miró a sus amigos, a Fausto, con el que tuvo una mirada cómplice, y suspiró. La profecía de la espada era amenazante, era preocupante; pero no para ella, la cual estaba acostumbrada a los estragos del tiempo, sino para Freya y Elda, sus dos hijas. Las cosas iban a torcerse pronto, pero ahora solo restaba volver a la posada y tomar un trago, descansar.
Los días pasarían con tranquilidad. Pero en la tranquilidad la profecía de la espada sumiría en el caos a la gente colindante a Rohan.


Prologo 1: No te vayas.

- Entonces, la profecía es cierta.
Fausto conversaba en la biblioteca con una pequeña bola de cristal, pasándose una mano suavemente por el mentón, a su espalda, Elda, recostada en un sillón de musgo, dormida.
- Sí, pero tardará en cumplirse. Aún así, te aconsejo que empieces a buscar un remedio, o que lances una cura de manera disimulada para evitar la pandemia.
- Me gustaría que Kaileena supiera la situación, Leonard.
- No, Fausto, no queremos que Abbadon piense que el terror se ha apoderado ya de sus principales enemigos.
- Al destruir la espada, hemos despertado el interés de ese ser de la oscuridad… Deberíamos haberla sellado simplemente, maldita sea la sed de poder del hombre…
- Fausto, no tienes poder para emitir un juicio así sobre todos los hombres… Sé que es frustrante saber lo que va a ocurrir, y no poder hacer nada, pero no te desesperes, si las cosas no salieran bien, ya hay un pequeño grupo de paranoicos organizando una resistencia en un torreón abandonado, Light y yo sellaremos la zona para evitar malas compañías.
- Leonard… Abail está de acuerdo con todo esto, verdad?
- Si.
- Y qué me dices de ese tal Drake?
- Evita encontrarte con él. Su poder es inmenso, pero a la vez, en su corazón hay sentimientos oscuros, la profecía habla de un campeón heroico, pero a la vez de un ser que arrebatará toda esperanza de seguir vivos.
- Confío en el criterio de Kaileena para eso.
Fausto apagó la esfera, cogió en brazos a Elda y caminó escaleras arriba. Era de noche, apenas había movimiento en la posada, quizás el crepitar de las llamas en la chimenea. Kaileena estaba tumbada en uno de los sillones, con Freya entre sus brazos, las dos parecían muy cansadas, sobre todo la mujer. Fausto dejó a Elda apoyada en Kaileena, y la niña pronto se acomodó entre los brazos de su madre.
- No pienses que podrás marcharte de nuevo…
- Estabas despierta, eh?
- Fausto… Han pasado tantas cosas, primero pensé que habías muerto, luego nos prometimos, y ahora todo esto. ¿Por qué no te sientas aquí con nosotras?
- Tengo cosas que hacer… pero pronto podremos estar todos juntos.
Kaileena no dijo nada, solo lanzó un suave respiro, se había dormido. Fausto no cambió de gesto, se mantenía serio, serio por todo lo que había ocurrido, por saber lo que iba a pasar, por tener que movilizarse casi en el acto.
Salió de la posada, mirando el cielo, oscuro. Una oscuridad bella…
- Una oscuridad que no debe prolongarse más de lo necesario. Sería demasiado triste que las niñas no pudieran volver a ver la luz del sol, ¿no crees, Elisa?
Fausto volvió a entrar a la posada, abrazando a Kaileena, a sus niñas y dejándose vencer por el sopor, algo que no había ocurrido en mucho tiempo.


Prologo 2: Esto es necesario.

Dark y Light caminaban en dirección al torreón. Estaban muy callados, eran los últimos cazadores en pie después de muchos años, pero esto superaba con creces el cazar vampiros o licántropos, demonios o ángeles.
- Escucha Abail, te arrepientes de algo de lo que has hecho hasta ahora?
- Supongo que no. La vida ha sido siempre dura, me ha obligado a hacer cosas crueles, me ha ayudado a desarrollar mi trabajo.
- Has visto a Fausto?
- Si, un hombre con mucha suerte. Mucha suerte.
- Ha tenido mala suerte antes.
- Bueno, no me quejo de mi actual suerte Leonard, esto es lo que nos toca hacer.
- ¿Sabes algo de Lezard Valeth, ese alquimista loco?
- Si, ha vuelto a su torre, a su fortaleza y se ha encerrado. Tras la pérdida de la espada se habrá obsesionado con buscar una nueva fuente de poder. Una nueva forma de ser un Dios.
- Qué tontería. Por todos los dioses. Qué tontería.
El torreón se alzaba en la lejanía, una figura de un hombre de piel tostada, cabellos blancos y ropas arañadas parecía esperarlos.
- Así que aquí acaba todo muchachos. No me gusta el camino que habéis tomado.
- No lo hemos hecho de buena gana, no Leonard?
- Pero hacemos lo que debemos hacer. Así que, procede. Nos ofrecemos en sacrificio para que el torreón de la resistencia sea un bastión inexpugnable.
El hombre tocó los hombros de los dos muchachos, los cuales sonrieron con resignación. De golpe, de las manos del hombre surgieron dos chispazos…
El horizonte se iluminó. El torreón se iluminó. Pero allí, solo quedaba un hombre, sujetando en sus manos dos anillos, los cuales miraba con lágrimas en los ojos. Los enterró en dos puntos opuestos. Una barrera se levantó, con el símbolo de los cazadores, y se posó en lo alto del torreón.
- Así acaba el legado de los cazadores. Así acaban las vidas de Light y Dark… Así acaban las vidas de mis dos hijos.
El hombre entró al torreón, cerrando la puerta con un estruendo metálico. En lo alto de la torre, se podían ver dos figuras espectrales cruzadas de brazos, sonriendo, sintiéndose ambas tranquilas y alegres, porque dos vidas podrían salvar muchas más, la sensación alegre de haber hecho un buen trabajo.



Written by Fausto
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