A la mañana siguiente, los ánimos parecían algo más sosegados.
Una jovial conversación entre Nuan y Ada reveló algo más sobre la joven estrella y sus orígenes celestes, quien además esbozó algunos dibujos que, aunque incapaz de interpretar con claridad, lanzaron un poco más de luz sobre todo el misterio que la envuelve.
Una vez Sareth y Senya aparecieron por la posada, Meren los informó sobre los dibujos de Ada, los cuales Sareth no tardó en inspeccionar. Por otro lado, una airada Senya salió de la posada y se dirigió hacia el bosque.
Allí, sentada sobre un roca, percibió una serie de seres como los del dia anterior, su risa y el brillo de sus ojos rojos, y huyó apresuradamente hacia la posada.
Por otro lado, Ada regaló a Nuan y Sareth un par de flores, extrañas y nada peculiares. Sareth acudió a ver como está Senya, pese a las objeciones de Ada de detenerlo a él y a Nuan, cuando la descubrió llegando a la posada perseguida por los monstruos, a por los cuales, poseído por las ansias de lucha, se dirigió sin titubear.
Mientras Sareth y Senya trataban en vano de herir a los seres, en este caso de un tamaño colosal e inmunes al fuego, Nuan se encargó de reforzar la barrera. Senya intentó aportar fuerzas a Nuan mientras Sareth y Meren se encargaban de cuidar a Ada, quien poco a poco se fue haciendo más y mas translúcida, desapareciendo poco a poco.
La Oscuridad asoló el exterior de la posada y las flores que Nuan y Sareth llevaban, empezaron a brillar con el resplandor de un estrella. Entre la posada y el exterior, en la Oscuridad, se formó la imagen de una etérea ciudad y la forma de Ada se materializaba en su interior, desmaterializándose del interior de la posada.
Las flores arrastraron a los protagonistas al interior de la ciudad, un mundo nuevo y desconocido a la par que peligroso y oscuro...