La posada está rodeada de una pradera de césped, amplia y llana, pero un poco más allá, un poco más cerca que el horizonte, aparece de repente un bosque casi tan espeso y antiguo como el Bosque Negro allá en las tierras norteñas. Si sigues el sendero que se interna en él llegarás hasta un lago enorme, coronado por una piedra enorme que crea un mini acantilado —ideal para tirarse de cabeza o secarse al sol—.
En lo más profundo de las aguas habita un calamar gigante. Se cuenta que hace muchos años una expedición de habitantes de la posada descubrió algo más allá abajo... pero esas historias están difusas en la mente de los que las vivieron, y de algún otro al que se le contó. Aunque ya casi no se recuerda.