Si, por el contrario, tomamos la dirección opuesta caminaremos hasta llegar a un pequeño hall iluminado con un par de antorchas, una a cada lado del gran portón de madera. Si pasamos al interior nos encontraremos con un salón tan sumamente grande que no alcanzaremos a ver el final. Todo el lugar está cubierto de estanterías formadas por ramas entretejidas, que se pierden en la lejanía de la inmensa sala. Además son tan altas que nuestra vista no alcanza a ver la parte superior. En cuanto a la iluminación, apenas sí se diferencía de la del resto del subterráneo: hay motitas de luz que revolotean por toda la biblioteca, pero además hay lamparas, éstas también de ramas entrelazadas, de donde cuelgan flores iluminadas. Las mesas y sillas que cubren parte del salón también están hechas de la misma forma que las estanterías y las farolas y de ellas sobresalen ramas de donde cuelgan farolillos que encierran esas "luciérnagas" de luz. También hay divanes de musgo mullido de aspecto muy cómodo, y una especie de cojines, también de musgo, que al situarnos sobre ellos nos elevarán en el aire para alcanzar los libros que no alcanzamos.