Despair, los motivos que le llevaron a abandonar su hogar (I).

El diablillo levitaba por los calurosos rincones del inframundo a sus anchas, pensando en una nueva travesura que cometer ya que no parecía tener trabajo por el momento. Avanzaba de espaldas jugueteando con un petardo entre sus manos cuando de repente chocó con algo. Se giró encontrándose de cara con uno de sus compañeros de trabajo, que en lugar de dos ojos tenía dos ardillas.
-¡Eh, Despair! Menos mal que te encuentro, chico… tu padre te busca.
-¿Mi padre?- el pequeño lo miraba desconcertado, pero al momento se le iluminaron los ojos- Oh, ¡Es posible que quiera felicitarme por mi buen trabajo y obsequiarme con petardos!
-No lo sé, yo solo…- pero no pudo terminar de hablar, ya que el diablillo había desaparecido a la velocidad del rayo ante la perspectiva de poseer un gran arsenal de petardos para sembrar el caos en las profundidades de la tierra. A tal velocidad iba, que no tardó en llegar al palacio del Gran Jefe, Lucifer, en lo más profundo de las profundidades.
Entró de sopetón, abriendo las puertas de golpe y haciendo caer a dos de los guardias que custodiaban las puertas. El tiempo pareció detenerse de golpe en la inmensa sala: el Gran Lucifer, que instantes antes se encontraba semiagachado conversando con una diablesa de aspecto noble, se había girado hasta fijar los ojos en su hijo con el ceño fruncido en signo de desaprobación. La noble también se había quedado mirando al pequeño demonio y junto a ésta el resto de los guardias con las armas extendidas. Despair no pareció darse cuenta de nada, siguió levitando tan contento hasta posarse frente a su padre con unos ojitos brillantes de emoción. Lucifer rugió con fuerza, notablemente enfadado:
-¡Largaos todos de aquí! ¡Quiero hablar a solas con mi hijo!- la sala se vació en cuestión de segundos mientras Despair los despedía a todos con la mano, haciéndose el importante. No parecía ser consciente de que el enfado de su padre lo había causado él mismo. Cuando la sala se quedó en silencio el diablillo se giró con las manos a la espalda y mirada de niño bueno.
-¿Y bien? ¿Dónde está mi recompensa? – preguntó mirando a todos lados sin poder contener su emoción.
-¿Re…compensa? – el gran demonio enarcó una ceja mirándolo incrédulo.
-Si, mi recompensa por estar tan satisfecho de mi trabajo- su voz denotaba orgullo, sin dejar de lanzar nerviosas miradas a su alrededor. Finalmente se detuvo y se giró para mirar a su padre con decepción, cruzado de brazos- no hay recompensa ¿Verdad?
-Verás, hijo…- su padre lo miraba con severidad- siempre he sido muy indulgente contigo y he hecho caso omiso de las quejas que de ti he recibido… ¡Pero esto ya pasa de castaño oscuro! – exclamó y señaló a su espalda un archivador tan lleno de cartas que los cajones no podían cerrarse. Por si eso fuera poco, a su alrededor había más montoncitos de cartas que rodeaban a este.
-¡Cien! ¡No bajaban de cien las quejas que he recibido por día en este último mes de tu comportamiento!- Lucifer respiraba agitadamente por lo que se tomó su tiempo para tranquilizarse tapándose los ojos con una mano. Cuando volvió a mirar a su hijo adoptó de nuevo un tono sereno, aunque lo miraba con severidad- el caso es que he tomado una decisión. De cara al futuro algún día tendrás que tomar el mando de todo esto – con sus manos abarcó el salón- y para ello debes estar preparado es por eso que…
-¡Yuhu! Todo esto será mío y podré llenarlo de petardos – con las manos juntas miraba a su alrededor maravillado, con sus ojos violeta brillantes.
-Ejem…-Lucifer carraspeó para llamar su atención, aunque no lo consiguió- ejem…- tuvo que carraspear otro par de veces, con más fuerza, hasta que consiguió llamar su atención- … es por eso que he decidido que te enviaré a la superficie, donde tendrás que aprender de esos seres vivos y estarás expuesto a sus leyes…
-¡Y podré divertirme con ellos!- exclamó con un hilillo de voz, lleno de emoción.
-…y recuerda…- su padre fingió ignorar sus últimas palabras- … que no puedes torturar a las almas que aun no han sido condenadas.
-Eres un aguafiestas, ¿Lo sabías? – Despair miró a su padre con cara de pocos amigos, ya no había ni un ápice de emoción en su rostro.